Un encargo insignificante
El día de
los encargos era uno de los más esperados por todos los niños en clase. Se
celebraba durante la primera semana del curso, y ese día cada niño y cada niña
recibía un encargo del que debía hacerse responsable durante ese año. Como con
todas las cosas, había encargos más o menos
interesantes, y los niños se hacían ilusiones con recibir uno
de los mejores. A la hora de repartirlos, la maestra tenía muy en cuenta
quiénes habían sido los alumnos más responsables del año anterior, y éstos eran
los que con más ilusión esperaban aquel día. Y entre ellos destacaba Rita, una
niña amable y tranquila, que el año anterior había cumplido a
la perfección cuanto la maestra le había encomendado. Todos
sabían que era la favorita para recibir el gran encargo: cuidar del perro de la
clase.
Pero aquel año, la sorpresa
fue mayúscula.